4.10.13

Ahora


Ahora resulta que todo es efímero.

Nos pasamos siglos creyendo tontamente en el infinito, en lo inalcanzable, en lo imposible, en lo imparable... Todo extrapolado al extremo, todo llevado al "Si fuera otro, no podría, pero yo, que lucho contra la misma lógica de los "in-" puedo hacerlo."

Las leyes naturales dictan que nada es perfecto. Todo tiene un principio y un final. Pero, ¿Es acaso lo mismo saber que todo puede acabar que dar por sentado que debe hacerlo?

Aplicando esa lógica, estudiar es absurdo. Trabajar es absurdo. Vivir es absurdo.

¿Para qué voy a hacer una carrera con el fin de aprender si la información que la raza humana tiene sobre ése tema que nos apasiona es limitada? Llegará un momento en el que no puedas saber más.

¿Para qué voy a trabajar para ganar dinero, si hay otros trabajos que dan más dinero y lo más probable es que tarde o temprano lo deje?

¿Para qué vivir, si al final vamos a morir?

"Vive el momento". Ésta frase nos abre tantas posibilidades que es hasta perniciosa para nosotros mismos. Me remito a la lógica del Loki de la película "Los Vengadores": "El encanto de la libertad reduce las alegrías de la vida, en una alocada búsqueda por el poder y la identidad." Aunque originalmente ésta frase cumple otro propósito, y la ideología es algo mucho más dictatorial, hay otras formas de verlo.

La libertad extrema nos impide aprovechar verdaderamente la alegría del momento. Al ser totalmente libres, nos encontramos con un extremo de la vida, algo que personalmente siempre he considerado negativo. Ésta libertad total de la que todos "gozamos" nos plantea el aumento al extremo de algo que ya es común en el ser humano: La duda.

Dudar de si escoger la mano izquierda o derecha en un juego de magia, dudar sobre qué camino tomar en una desviación, dudar sobre nuestras carreras, dudar sobre qué trabajo escoger, dudar sobre con quien iniciar una relación, dudar sobre qué instrumento musical sería el apropiado para cualquiera si quisiera aprender a tocar uno, dudar sobre si confiar o no en alguien, dudar sobre con quién liarte una noche cualquiera, dudar sobre tus amigos, dudar sobre tu procedencia...

Dudar.

Éso es inherente al ser humano. Es natural.

Cuando las opciones no son dos, ni tres, si no que éstas son infinitas... ¿No se convierte la duda en un tormento?

Lo cierto es que, basándonos en la premisa de que nada es inacabable, no es cierto que las opciones sean infinitas. No hay infinitas carreras, ni infinitos trabajos, ni infinitos posibles amigos o parejas. Están los que están.

Buscamos inalcanzables ídolos de perfección. Buscamos, en el fondo, lo que tachamos de imposible. Nos negamos a creer que un sentimiento sea para siempre, pero aseguramos que hay infinitas opciones para elegir... ¿No es acaso contradictorio?

Puede ser que en tu vida te encuentres con un ideal. Algo "perfecto". Algo que realmente sea único e inamovible, algo que podría ser la decisión definitiva... Y lo más probable es que lo dejes marchar. Dejarás irse a aquello que en el fondo sabías que era la mejor opción sólo porque "hay más fuera".

Nos pasamos tanto tiempo pensando en que "nada es para siempre" que olvidamos el factor más importante, y es que nosotros tampoco. Somos tan mortales como nuestros sentimientos. En el fondo, un "siempre" humano equivale a unos 90 - 100 años en el mundo desarrollado y próspero.

Ése mundo desarrollado en el que los segundos son más valiosos que las vidas, ése mundo en el que hay que disfrutar del momento presento, llorar el futuro y "olvidar el pasado".

¿Por qué hay que olvidar el pasado? Porque decir "lo siento" y "me equivoqué" implicaría abandonar nuestro ego.

Aún dicho, no significa que realmente lo sintamos.

Al final, será él quien nos de la mano en nuestro último suspiro, nuestro ego.

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