18.10.12

Lazo


Un hombre se hallaba sentado en el suelo de la habitación. Tenía frío, mucho frío, y estaba encogido, abrazándose a si mismo en una esquina del cuarto. Llevaba una hora esperando a que funcionara la calefacción. Lo único que podía hacer desde su esquina era mirarla fijamente a ella.
Una mujer se hallaba sentada en el suelo de la habitación. Ella también estaba en la habitación esperando desde hacía una hora. Ella también estaba encogida y abrazándose a si misma en una esquina del cuarto.Lo único que podía hacer desde su esquina era mirarlo fijamente a él.
El mismo tiempo, el mismo dilema, la misma historia. Ambos recluidos en extremos diferentes de la habitación. Ambos mirándose fijamente, ambos respirando el frío como si fuera ya un estado natural.
No se conocían, y tampoco sabían como habían llegado a esa situación. Simplemente eran dos personas que se encontraban en el mismo sitio.
Unos minutos después, ambos comenzaron a sentir inquietud por el otro desconocido. Sin separar los brazos de su cuerpo, pues estaban casi congelados, empezaron a moverse discretamente, evitando la mirada del otro.
Paso a paso, movimiento a movimiento, los dos iban acercándose. Hasta que, de repente, sus pies chocaron, y ambos se miraron de golpe, sorprendidos. La otra persona era cada vez más llamativa, pero ambos decidieron no moverse.
Dudaban. Dudaban porque no todo era siempre tan simple. Dudaban porque, simplemente, no todo era siempre tan real. Dudaban porque ambos sabían que, fuera de esas paredes, se encontraba un mundo libre en el cual solo a unos pocos se les permitía pensar con claridad, y donde las personas y criaturas que parecían más reales podían ser solo fruto de una imaginación incomprendida.
En aquel lugar no había salida ni esperanza, pero era cierto que como ése lugar era el mundo entero. Sin salida ni futuro.

Esperanza. Se dice que es lo último que se pierde. ¿Qué esperanza tienen aquellos que solo imaginan los obstáculos? Nunca saben cuales son reales.
Fue entonces cuando lo comprendieron. Ambos lo sabían desde el principio. Ambos eran sus propios obstáculos imaginarios. ¿Podría ser? Quizás. ¿Duraría esa verdad? Tal vez. ¿Sería real? Pregunta inútil.

La realidad es todo aquello que compartimos con al menos una persona más que nosotros mismos.

Ellos compartían algo. Algo que parecía confuso en un lugar oscuro, pero que era suficiente solo para los dos. Porque en aquel lugar, solo los dos eran más que suficientes.

Nada, excepto sus brazos cerrados, se interponía entre ellos.
Ambos se arrodillaron, se acercaron, y se besaron.
El resto, es historia.





9.10.12

Burbuja: Como Ángeles y Humanos

Encerrado en la burbuja gritaba, gritaba sin recibir ninguna respuesta, porque las respuestas a las burbujas de mentiras solo podían escribirlas los revisores. Nos observaban, cerraban los ojos, y temían por nuestras almas o “corazones” como los llamaban ellos. Yo no lo entendía, ya que en nuestra mentira, solo se hallaba la felicidad del resto, es decir, estábamos encerrados porque nosotros lo decidimos así. ¿Por qué sufrir terriblemente en una burbuja en la que nuestra propia esencia nos asfixiaba? ¿Por qué decidíamos, en un momento de nuestras vidas, que éstas eran un castigo para el resto? Somos monstruos, serpientes de doble filo, dragones y bestias indescifrables. Pero, ante todo, somos ángeles. Ángeles crudos y egocéntricos que no entienden por qué el ansia por la verdad lleva a los humanos a sufrir. Sufren al oír la realidad de la que les protegemos, pero cuando más los cuidamos, más ansían saber la verdad, que es el sufrimiento, un sufrimiento que se hace aún más fuerte cada minuto que les protegemos de él. Si tuviera alguna respuesta, por pequeña que fuera, alguna pequeña señal de que no estamos solos y perdidos dentro de nuestra propia oscuridad, entendería porqué lo hago. Porque, lo cierto es, que tras años de estar aquí dentro, olvidamos nuestras razones. No recordamos el porqué decidimos empezar a protegeros, ni el porqué vale la pena. Tampoco entendemos por qué veis la realidad como algo necesario por conocer, cuando aquello que queréis saber es puramente banal e innecesario. De hecho, no hay un solo dato del que os protegemos que necesitéis realmente. Es la curiosidad innecesaria y autodestructiva del ser humano lo que os lleva a necesitar saber la verdad. Y yo os pregunto, ¿Qué deseáis? Queréis a una falsa felicidad que se os entrega al recibir aquello que ansiabais saber, pero aborrecéis lo que aquello significa. Aborrecéis el saber que, con esos pequeños y superfluos datos vuestra vida será más desgraciada.

La única verdad de éste mundo es que vuestra autodestrucción y vuestra felicidad son lo mismo. Llegados a esto, Perfección e imperfección solo se diferencian por un prefijo, y vida y muerte son exactamente iguales, puesto que siempre, siempre, siempre, ansiaréis más.

Nuevo.docx

Empiezo de nuevo. Borrando, eliminando, destruyendo. Ahora ésto sí es un Caos.

Las pocas banalidades que podían quedar aquí han sido eliminadas. Ahora solo queda un poema. Una Ilusión que curiosamente puedo recordar perfectamente, pero que años después no representa nada. Una imagen que me resulta muy difícil distinguir entre sueño y pesadilla, puesto que tras ese momento que parecía un Caos y el sufrimiento con mayúsculas, he vivido muchos Sueños y sufrido Pesadillas mucho mayores. 

Es curioso, pues mis recuerdos hacia esa Ilusión me llevan a un momento totalmente diferente de mi desarrollo como persona. No puedo encontrar similitudes entre ese niño y Yo. Ni siquiera la sonrisa es la misma. Recuerdo que aquel niño lloraba por cada sonrisa. 

Suelo aborrecer el pasado. Pensándolo bien, ahora mismo a las 2:52 de la mañana, creo que debería enorgullecerme. Su sufrimiento es una parte de mi crecimiento actual, y parte de lo que soy ahora.

Gracias, Joven Cobarde. Y gracias, Ilusión. Os recordaré a ambos con cariño.