Encerrado
en la burbuja gritaba, gritaba sin recibir ninguna respuesta, porque las
respuestas a las burbujas de mentiras solo podían escribirlas los revisores.
Nos observaban, cerraban los ojos, y temían por nuestras almas o “corazones”
como los llamaban ellos. Yo no lo entendía, ya que en nuestra mentira, solo se
hallaba la felicidad del resto, es decir, estábamos encerrados porque nosotros
lo decidimos así. ¿Por qué sufrir terriblemente en una burbuja en la que
nuestra propia esencia nos asfixiaba? ¿Por qué decidíamos, en un momento de
nuestras vidas, que éstas eran un castigo para el resto? Somos monstruos,
serpientes de doble filo, dragones y bestias indescifrables. Pero, ante todo,
somos ángeles. Ángeles crudos y egocéntricos que no entienden por qué el ansia
por la verdad lleva a los humanos a sufrir. Sufren al oír la realidad de la que
les protegemos, pero cuando más los cuidamos, más ansían saber la verdad, que es
el sufrimiento, un sufrimiento que se hace aún más fuerte cada minuto que les
protegemos de él. Si tuviera alguna respuesta, por pequeña que fuera, alguna
pequeña señal de que no estamos solos y perdidos dentro de nuestra propia
oscuridad, entendería porqué lo hago. Porque, lo cierto es, que tras años de
estar aquí dentro, olvidamos nuestras razones. No recordamos el porqué
decidimos empezar a protegeros, ni el porqué vale la pena. Tampoco entendemos por
qué veis la realidad como algo necesario por conocer, cuando aquello que queréis
saber es puramente banal e innecesario. De hecho, no hay un solo dato del que
os protegemos que necesitéis realmente. Es la curiosidad innecesaria y
autodestructiva del ser humano lo que os lleva a necesitar saber la verdad. Y
yo os pregunto, ¿Qué deseáis? Queréis a una falsa felicidad que se os entrega
al recibir aquello que ansiabais saber, pero aborrecéis lo que aquello
significa. Aborrecéis el saber que, con esos pequeños y superfluos datos
vuestra vida será más desgraciada.
La
única verdad de éste mundo es que vuestra autodestrucción y vuestra felicidad
son lo mismo. Llegados a esto, Perfección e imperfección solo se diferencian
por un prefijo, y vida y muerte son exactamente iguales, puesto que siempre,
siempre, siempre, ansiaréis más.
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